Cuando una familia empieza a poner en marcha su negocio, es bastante frecuente recurrir a charlas informales y breves conversaciones sobre el negocio a la hora de las comidas o durante las vacaciones para mantener a la familia conectada e implicada. No obstante, en cuanto las familias se amplían más allá de mamá, papá y los hijos, a menudo tienen dificultades para compartir la información de forma eficaz, coordinar la toma de decisiones y gestionar la crucial relación entre la familia y la empresa.

Llegadas a este punto, muchas familias comprometidas con la continuidad se plantean celebrar una reunión anual (o asamblea familiar) y poner en marcha un comité ejecutivo (o consejo de familia) para liderar la labor fundamental de la gobernanza familiar. Dicho esto, crear un consejo de familia eficaz es algo más que congregar a varios miembros de la familia en una habitación y pedirles que organicen una cena un día festivo.

En el mejor de los casos, un consejo familiar es un grupo de trabajo que ejerce en función del criterio de la familia en su conjunto, gestionando actividades que faciliten la implicación y la formación y que contribuyan a una comunicación eficaz. Este grupo de líderes familiares con frecuencia recoge aportaciones externas y articula los valores fundamentales, el propósito y la visión de la familia. También elabora políticas relativas al empleo, los conflictos de intereses y los códigos de conducta, y hace las veces de comité ejecutivo de la asamblea familiar, por lo que diseña estratégicamente y lleva a cabo estos importantes encuentros anuales.